Muchas risas, paseos, anécdotas, comida riquisima como la centolla que probé por primera vez y otras cositas...
Comí manzanas del suelo, caídas de los árboles... sentí el placer de tomar sol en muelles solitarios (como el de la foto) que era tan angosto y sólo había espacio para mí, las abejas y mi bebida.
Además de la compañía de Juan y Gerardo, tremendas personas con una casa estupenda y donde comí los más ricos mangos y antes de mi partida inesperada..calzones rotos.





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